La evolución histórica del Point-Guard ✅
La NBA es una de las competiciones que más ha evolucionado a lo largo de los años.
Durante mucho tiempo, la tradición y la creencia popular exigía que para ganar era necesario disponen de un coloso en la pintura. Un pívot duro y rocoso.
Con fundamentos técnicos. Y cuanto más alto, mejor. Un titán sobre el que construir una ofensiva eficiente y un protector de la retaguardia inexpugnable. Bill Russell, Wilt Chamberlain y George Mikan fueron los primeros jugadores que se adaptaron a esa premisa, dominando la NBA a placer. Se confiaba en ellos como máximos anotadores, reboteadores y mejor jugador del equipo.
Su poder era tal que, incluso, la liga hacía y deshacía su reglamento a su merced. “Ofensivamente, un gran pívot tendrá un arsenal de movimientos que harán imposible defenderlo con un solo hombre”, clamaba Kareem Abdul-Jabbar.
No lo tenían tan fácil, sin embargo, aquellos jugadores dotados con unas dimensiones mucho más reducidas. Durante los primeros años de la NBA, el base o point-guard era considerado casi exclusivamente un distribuidor.
Su trabajo se limitaba a organizar el ataque, subir la pelota y pasársela a los principales anotadores. Tampoco nos engañemos.
Un base tenía una enorme importancia como facilitador, defensor y cerebro del equipo, pero su rutina de trabajo en ataque era muy rígida: pasar primero. Siempre.